Nos
comprometemos con la lengua de manera harto imprudente, muy descuidada, como creyendo
estar en un territorio propicio. Pero… aprendemos a hablar de niños, pues así lo
dicen respecto de los dientes, si las palabras nos nacieran en la boca de mayores,
probablemente no soportaríamos el dolor. Dientes de leche. Palabras de leche. Blandas,
húmedas, tibias y lenes al contacto de los labios con la ubre materna. Lengua materna
de los primeros años. ¿Cuándo será que se vuelve a romper el vínculo. Que la
voz suplicante se vuelve voz de mando. Qué la matria se hace patria, y hablar
es, para entonces, salir a la conquista?
Lengua
de fuego, donde los primeros en arder somos todos. El crimen contra la sagrado
no fue –no es– otro que el haber querido hablar si mejor estábamos calladitos. Al
menos jamás habríamos pronunciado la palabra dios.
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