sábado, 2 de diciembre de 2017

ENCUENTROS EN NINGUNA PARTE



En “… el encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección” privilegiamos la presencia del paraguas, la máquina de coser y la mesa [que es] de disección [no una mesa cualquiera, pues conviene no olvidar esta puntualización que hace de la mesa una mesa aséptica, superficie neutra como el lienzo de cualquier pintura], pasando por alto –intuyo que con algo de premeditación y mucho de esperanza– lo que, al menos como yo lo veo, constituye el meollo de la proposición del viejo Conde: se trata de algo fortuito, azaroso, contingente, innecesario. Y por supuesto, pero también lo que más nos cuesta aceptar, algo que puede ocurrir más allá de nuestra presencia; aún mejor, algo que ocurre preferentemente en nuestra ausencia, la cual vendría a contaminar, a infectar la imprescindible asepsia del lugar de la celebración del encuentro, de sobra remarcada: [una mesa] de disección.
A modo de conclusión precipitada –dado que nos gustaría hablar de ello de manera más extensa y detallada– ya podemos señalar la negación del espectáculo en el origen y la causa de lo espectacular en el rechazo de la inclusión del artista en todo este asunto, dado que el artista sería quien acudiese a darle cuerpo (la obra de arte, el objeto disecado) al suceso. Cosa que sucede. Hecho delictivo. Accidente desgraciado.

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