lunes, 3 de abril de 2017

EL ESPLENDOR Y LAS RUINAS



Cuando los pobladores de Noland se volvieron tan antiguos como la tierra que pisaban (…y entonces se dio entre la tierra y sus moradores el parecido que se crea al estar hechos del mismo material…) decidieron levantar dos Monumentos que los perdurara hasta más allá de las Cuentas del Tiempo, el Almanaque solar por el cual se guiaban con tan perfecta exactitud como armonía. A uno lo llamaron Monumento a la Memoria. Y al otro, su parejo, Monumento al Olvido. Constan en los Anales de Noland las Disposiciones que deberían regir la construcción. Los dos tendrían el mismo tamaño, continente y contenido y ocuparían la misma plaza –allí donde ya tenían calculado los agrimensores el nodo de Noland-, de modo y manera que no se pudiese ver el uno sin estar viendo a la vez el otro, como a las parejas en el lecho. Habrían de erigirse al par, en sintonía. Con un único pensamiento expuesto en dos dibujos incomparables. Por los mismos pares de manos animados por un solo corazón. Igualmente ,y como conformando la finalidad de Las Disposiciones principales, aparece un añadido cuyo sentido aun hoy sigue confundiendo a los exégetas del documento:

 Nada extraordinario se ha de ver en la voluntad de los nolanos –y no nolardianos como mal escriben muchos- de levantar los nombrados monumentos: Monumento a la Memoria y Monumento al olvido. No se halle en ello ningún afán compensatorio, y menos aún el intento extranjero conocido como La identidad de los contrarios, entre la memoria y los olvidos. Lo de afuera y lo de adentro. Lo lleno y lo vacío. La suma y la resta. El esplendor y las ruinas. En fin, todo cuando se acaba y se empieza en el mismo instante. lo nuevo que se sucede de lo viejo.

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