Cuando los pobladores de Noland
se volvieron tan antiguos como la tierra que pisaban (…y entonces se dio entre la tierra y sus moradores el parecido que se
crea al estar hechos del mismo material…) decidieron levantar dos
Monumentos que los perdurara hasta más allá de las Cuentas del Tiempo, el
Almanaque solar por el cual se guiaban con tan perfecta exactitud como armonía.
A uno lo llamaron Monumento a la Memoria. Y al otro, su parejo, Monumento al
Olvido. Constan en los Anales de Noland las Disposiciones que deberían regir la
construcción. Los dos tendrían el mismo tamaño, continente y contenido y
ocuparían la misma plaza –allí donde ya tenían calculado los agrimensores el
nodo de Noland-, de modo y manera que no se pudiese ver el uno sin estar viendo
a la vez el otro, como a las parejas en el lecho. Habrían de erigirse al par,
en sintonía. Con un único pensamiento expuesto en dos dibujos incomparables.
Por los mismos pares de manos animados por un solo corazón. Igualmente ,y como
conformando la finalidad de Las Disposiciones principales, aparece un añadido
cuyo sentido aun hoy sigue confundiendo a los exégetas del documento:
Nada extraordinario
se ha de ver en la voluntad de los nolanos –y no nolardianos como mal escriben
muchos- de levantar los nombrados monumentos: Monumento a la Memoria y
Monumento al olvido. No se halle en ello ningún afán compensatorio, y menos aún
el intento extranjero conocido como La identidad de los contrarios, entre la
memoria y los olvidos. Lo de afuera y lo de adentro. Lo lleno y lo vacío. La suma
y la resta. El esplendor y las ruinas. En fin, todo cuando se acaba y se
empieza en el mismo instante. lo nuevo que se sucede de lo viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario