lunes, 27 de marzo de 2017

EL TIEMPO Y EL VACÍO



-Mucho antes del Alfarero, quien ya contó con el barro para su labor, habitaba el Vacío un hombre sin miras ni provecho que observaba las estrellas, luces muertas, resplandores apagados, como hoy día observamos las musarañas, sin pensar que, con ello, al menos en algo andamos ocupados. Mas, en su fe temprana, poco hacía aquel hombre anterior al Alfarero. No sabemos si aburrido -¿de qué pudo aburrirse?- o desesperado -¿pero que podría esperar?- o recién devuelto del sueño –aunque entonces los sueños no significasen nada- o simplemente porque conviene a esta historia que contamos, se reconvino su situación, con el firme propósito de enmendarse.

El entusiasmo le duró poco. Enseguida –el tiempo que tarda el perdigón en alcanzar el corazón de un pájaro- volvió a sentirse agobiado. Pero ambas sensaciones, el entusiasmo y el agobio, con serle nuevas, le parecieron un avance en su reciente misión. No iba a desanimarse. Entre aquel que supo hacerse una promesa y éste que ahora se desengañaba de ella y se preguntaba ¿Qué va ser de mí?, algo había pasado. Algo muy grande. Casi tanto como la nada que lo rodeaba.

Para nosotros es muy fácil darlo todo por hecho. Nacimos ya tarde. Cuando empezaba a anochecer de nuevo, a la vuelta de aplaudir la puesta de sol como en un concierto, sabedores de que, por más que se retrase, por mucho que se haga de rogar, habrá un bis de nuestro grupo preferido estirándonos el rato que vivimos. Pero para aquel hombre, previo incluso al barro del cual sería formado, una vez llueva y haya, luego, barro y un alfarero mañoso que sepa qué hacer con él, las cosas nunca le fueron sencillas, pues ni siquiera tenía cosas en las cuales fijarse e imitar. Simplemente, aquel hombre de quien hablamos como de un vecino, formaba parte del vacío. Sin conciencia,  empero, de que, para su suerte,  con algo sí contaba, si era que, desde la inopia, acababa de tropezar con el tiempo. El tiempo donde él nunca entraría, no sabemos, tampoco nos concierne, si voluntariamente o por dejarnos sitio.


-Y así fue como “El vacío creó el vacío a su imagen y semejanza”. Mas en lugar de llamarlo vacío, como hubiese correspondido en “el caos de la igualdad” (Guido Almansi) reinante en el vacío, lo llamo “tiempo”, pues sólo lo que no es lo mismo puede parecerse a lo mismo*, en “el caos de lo diferente”**, que le siguió “Detrás por delante” (Alberto Cardín). Desde entonces, el tiempo no deja de llenarse con las cosas que en el vacío se echan de menos, como en casa de pobre.

Cada cosa a su tiempo. Momento y retardo a un tiempo. Como si una vez el alfarero tiene el barro en sus manos, ya sospecha que cuando termine de ocupar(se en) el tiempo, se ganará el vacío de nuevo. Los tiempos muertos, tiempos donde no corre el tiempo, no se dan fuera del baloncesto.



*¡Ojo! “De entonces en adelante tendremos semejanza (el hombre puede tener cara porcina, parecerse por tanto a un cerdo), no similitud (el hombre de la cara porcina no tiene que compartir la porcinidad del puerco). (…) Es la estética del ‘como sí”. (prólogo a Esto no es una pipa de Michel Foucault)

**”…en el inicio era el caos. O tal vez había dos: el caos de lo diferente, donde cada cosa es diferente a la otra; y el caos de lo igual, donde cada cosa es igual a cualquier otra”. (ibídem)

No hay comentarios:

Publicar un comentario