Por Emilio
Gómez Barroso
Este manifiesto debía algo a uno de los movimientos que, en esta época, ha
sido acogido como una pequeña esperanza dentro del maremágnum que ha supuesto
el desembarco neoliberal de las últimas décadas del siglo pasado y de lo que va
de éste.
El populismo es la última teoría política acogida por nuevos partidos
europeos que han abierto brecha en el abanico democrático, y desde el otro lado,
desde la otra orilla, han marcado una breve esperanza para aquellos que ya
dormíamos en el inevitable desastre del capitalismo monetarista.
Ahora bien, tendríamos que desplegar las similitudes con otras disciplinas
y el abanico de avatares que han supuesto su gloria y su caída actual. Uno de
los conceptos que conforman su sostén es el término laclausiano
“significante vacío”.
El término significante siempre alude al campo de lo simbólico, es decir, a
lo que para la lingüística sería cualquier término que apuntara a un
significado, y que se desarrolla necesariamente como término de oposición y
conteniendo su frontera. Sin embargo, esto no siempre es así en todas las
teorías que usan este término para su desarrollo. El populismo siempre fue un
modo criticable de hacer política por parte de la democracia bipartidista, ya
que es un medio político abierto en el que caben todas las ideologías, aspira a
lo general aprovechando la tendencia que deriva su puesta en marcha. Necesita
de la figura del líder para el remplazo del término que nombra Laclau como “significante
vacío”, pero no sólo eso, sino también la concurrencia de un Pueblo no
disuelto aún por la adormidera democrática.
La ocupación del significante vacío alude a dos vertientes que han de
coincidir en algún momento, la lógica y la matemática, para ello es necesario
que armonicen movimiento, tiempo y número. Pero, aunque ya el mundo griego
atendía a la armonía entre el número y la idea, es necesario buscar unidades
que incluyan movimiento, tiempo y número. Es decir, en el caso del número, no
puede partirse del uno porque ya incluye un contenido, sino que es necesario partir
del cero, (0=instante=acontecimiento, es curioso que el 0 y el = coincidan en
el teclado) y la filosofía occidental parte del Uno para entender la multitud
(“El Parménides” de Platón). Laclau hace un parangón entre "significante
descriptivo" y su “significante vacío”. Aquél pertenece al desarrollo que
hizo el utilitarismo sobre el reparto del bien: "el mayor bien (placer)
para el mayor número”, y el “significante vacío” se incluye en el campo del
ajustamiento, de la Diké griega sobre los pueblos. Estas equivalencias extrañas
son más bien licencias de Laclau, tendentes a comparar su corpus teórico con la
materia de que estaba hecha la sociedad del bienestar anglosajona, pero con
tejidos distintos, ambos de menor talla que lo que pretenden cubrir.
También y sin embargo, el populismo debe conocer sus límites y saber que en
su olla se pueden cocer diferentes caldos a la vez, aun no estando de acuerdo
su propio líder. Ya Perón protestaba porque sus seguidores le arrebataran la
camiseta, y fueran más peronistas que el propio Perón. Pero, el aliento de la
multitud trasciende a la voz que lo arenga.
Usando los mismos términos que el psicoanálisis, la razón populista otorga
al significante vacío un comportamiento real (Realität), que implica que cuando
se ocupe la conclusión final es que eso no era, teniendo sentido como
recipiente vacío y sumatorio (sus derrotas electorales son producidas por la imposibilidad
de sumar más adeptos y la laxitud de los adquiridos), al igual que el
desmontaje del socialismo soviético se produce cuando se cree haber llegado al
socialismo real en la época de Breznev. Por el contrario, el significante
lacaniano tiene una raíz simbólica. Aun teniendo una barra infranqueable entre
el significante y el significado S/s, está concebido como metonimia del sujeto
(un significante representa al sujeto para otro significante). No cabe, pues,
mucha equivalencia. Habría que buscarla en otro lugar. Tal vez, el significante
vacío es más equiparable al objeto a lacaniano, ya que, éste sí, no es
susceptible de satisfacerse con ningún objeto. El objeto yerra la satisfacción
del placer para el que está diseñado y no es capaz de suturarlo. Aun así, ese
objeto de la pulsión lacaniano es un nudo entre los 3 registros del lenguaje,
lo real, lo simbólico y lo imaginario, no privilegiando ninguno.
No obstante, hay más problemas en las equivalencias que en las
divergencias, ya que la distribución del placer no es equiparable a la
distribución del bien, sino que el capitalismo consiste en saber cómo arrebatar
el bien a los otros, y hacer el bien propio. Y muchas veces las referencias
simbólicas se comportan como fauces de una bestia despiadada. No se puede
esperar un trato humano del campo financiero, Mouffe y Errejón se sorprendían
del trato que la UE había tenido con Grecia, sin respetar ni un ápice su
contribución a la historia democrática.
Se introduce así una variable angosta, que Aristóteles orilló tildando,
como algo sucio y banal, la intromisión del dinero en la realidad. Problema que
acarreaba la introducción de algo simbólico en lo real de las relaciones
humanas.
Lo Real, para Lacan es lo imposible de ser pensado.
La distorsión entre el Estado y el capitalismo financiero y globalizado ha
dado al traste con las intenciones de los gobiernos territoriales. Hay muchos
elementos desestabilizadores para el populismo, entre ellos los fondos que
inyectan liquidez al mercado a cambio de intereses elevados y privilegios
posteriores a muy alto costo y con demasiado tiempo de espera disponible para
recoger frutos onerosos (fondos buitres).
S0/S1/S2
El
significante es lo que representa al sujeto para otro significante, pero
no para la significación. El significante amo (S1) representa al sujeto (S/)
para el significante del saber (S2). Estas pequeñas letras, junto con ese
pequeño objeto a (homológico a la plusvalía marxista), son las letras que van a
conformar los modos del discurso que despliega Lacan, amo, esclavo, histeria y
analítico, que concitan no pocos modos del proceder humano, añade tardíamente
otro más, el capitalista, que no nombra como un discurso, sino como un pseudo-discurso,
pues circula de manera diferente a los otros discursos (tiende a reventar), y
es una perversión del discurso del amo.
¿Por
qué concluir de esta manera?, porque la pregunta que aparece en la dialéctica
significante es qué del saber le interesa al amo. Al S1 sólo le interesa el S2,
en tanto en cuanto el saber porta algo del amo, es decir lo que de amo se ha
introducido en el saber. Al capitalismo solamente le interesa la universidad,
no como saber puro, sino como saber instrumental presto a ser utilizado cuando
suena el cornetín de órdenes y comienza la maquinaria del beneficio.
Bajo
estos presupuestos, lo que el populismo intenta, es producir un tipo de goce
que no sea un goce exclusivamente capitalista, es decir concitar a un número
creciente de personas que quede capturado por la voz mesiánica de un
significante gozado por cualquier parecer; no es moco de pavo, aunque sea
insuficiente, pues el azar y la envoltura del poder, pueden devolver una ilusión
de justicia a toda una generación excluida en un tiempo de la idea de Estado,
aunque luego el monetarismo espere recoger los frutos de la venganza.
(Para
Mariano Hernández de Ossorno)