martes, 28 de febrero de 2017

CARTELAS VACÍAS



. El vacío según Robert Musil: El hombre sin atributos.

. Un día alquilé un piso vacío. Cuando me fui, el vacío seguía allí.

. Antónimo del Vacío: El baúl de la Piquer.

. Mostrarse y a la vez ocultarse, eso es el vacío.

. Está vacío, igual que un ritmo. Pierre Michon.

. Guardado está el secreto / por el aire vacío. Luis Cernuda.

. Un vaciado no es el vacío.

. El vacío que hay entre las púas del peine no ordena sino el vacío 
que hay entre los cabellos. Pascal Quignard.

. Dentro queda Faustino. Afuera, la nada. Paco Cerdà.

. No sé si será así o de cualquier otro modo, pero me parece que el
 vacío terminó escogiendo a dios como esclusa.

. Un ciego con una pistola (Chester Himes) es una premonición del
 Vacío que vendrá (Maurice Blanchot)

. Sobre el vacío, la sombra de los negros es más auténtica.

. De los retretes, como del vacío, sólo se ven los bordes.

lunes, 27 de febrero de 2017

Mini manifiesto sobre el espectáculo






1.

El espectáculo es el presente detenido.

2.

Ni lo que pasó, incluida la promesa de asistir al espectáculo, ni lo que aún pueda pasar, incluida la absolución a haber formado parte del espectáculo, están en el presente del espectáculo.

3.

Historia sin tiempo, síntesis prematura y posnatura, si cabe hablar desde un exterior imposible, fuera de las páginas del libro, el espectáculo es aquello –o es esto- que impide la correspondencia de los instantes y transforma la acción en su metáfora.

11.

El espectáculo ocurre en un espacio (espacio=vacío) previamente ocupado por el espectáculo, incluidas las vías de acceso y los vomitorios.

22.

El espacio del espectáculo, así, pues, es un espacio, además de ocupado, lleno.

33.

Rebosante, si tuviese límites, si su condición no fuese la de rebasar los límites, el espacio del espectáculo es uno y único; la ideal unificación del espacio del espectáculo no tiene más fin que descomponer el tránsito de los instantes por los lugares habitables y, a su vez, ofrecerse a sí misma en tanto metáfora cumplida y, consecuente con ello, abolida en lo real de la representación…

0.

u “obra de arte total” (Gesamtkunstwerk), que vuelve irremediable la pregunta del final o del principio:


¿hay vida después del arte?

jueves, 9 de febrero de 2017

EL VACÍO Y EL POEMA



Para hablar(nos) del poema y la palabra-porque ya las palabras hablan solas- recurren Chantal Maillard en La baba del caracol a la historia simbiótica del cangrejo ermitaño y la concha, la caracola que alberga el ruido del mar, pues el vacío jamás deja de sonar(nos) en el oído –mi oído, lo oído. Había una vez, lo hay hoy y lo habrá mañana cuando el sol abra de nuevo, un cangrejo ermitaño, criatura tierna y frágil como un pétalo al desprenderse, como un ser que nace, y una caracola vacía. ¿De qué se vacían la caracolas? ¿Por qué continúan en su lugar? ¿Será a la espera del cangrejo ermitaño que la ocupe, así pasa con los pisos en alquiler del extrarradio,? ¿Son las afueras del afuera? Al parecer es así. O muy en el fondo es así. Ya veremos como esto mismo nos resulta a la vez tan atractivo como detestable. Por el momento nos basta con seguir el rastro de dos ‘cosas’ tan poca cosa, que se necesitan.

Pero sigamos un rato más de la mano de Chantal Maillard, que el paso del caracol es despacioso. Enseguida sabemos qué ocurre en-seguida. El cangrejo ermitaño crece, aumenta, agranda, simplemente engorda como cualquier criatura viva que comprende el bienestar de la quietud. Llega un momento que en la concha lo angustia, lo oprime, está a punto de asfixiarlo, de explosionarlo, así un globo en las manos de un chavea forzudo. Tal es la angustia que se apodera del pensamiento del cangrejo ermitaño en esas circunstancias –una tortura, un suplicio-, que -con todo el dolor de su corazón retardando la decisión, pues no deja de estarle agradecido-, ya sólo piensa, y al cabo se decide, en cambiar de piso, irse a vivir a una caracola mayor, aunque está haya de buscarla aún más en las afueras. O sea, ya casi en el campo, competidor del mar en extensión, aunque se sepa el perdedor del símil. El cangrejo ermitaño busca un vacío mayor para su cuerpecillo aumentado. A la caracola hay que encontrarla en un vacío más primigenio. Parece como si la extraña pareja sólo puede sobrevivir si a su alrededor todo está vacío. La ermita y su ermitaño están en mitad de la nada, se lamentan los sorianos.

Hora de abandonar la metáfora. Momento de trasladarnos del referente a lo referido. Pero a paso calmado, caracoleando. El poema habita el vacío de la palabra, que está para ser útil: los términos se inventaron para ser útilesCh. M.  Las palabras, así pues, sirven –algo debo aventurar- para receptar al poema y permitir que el resto sea silencio; que a su alrededor no haya sino vacío. Mas el poema que tanto se vale de ellas, es infiel o es volátil, y apenas si tarda, poco o mucho, depende de la carga que sobrelleve, en abandonarlas. Se va, se escapa de las palabras para, divertida paradoja, dejarse oír. Mejor todavía, por más divertido, por más paradójico, para hacer audible la voz callada de sus ancestros, padre y madre, que por suerte para el muchacho, uno es nadie y otro es nada.

Llegado aquí, me siento desvalido, al desamparo de la palabras que debería haber poseído antes de echar a hablar. Pero me faltaron y me faltan. Estaré en tránsito yo también. Algo se me ocurre, no obstante. Algo que debo haber oído en alguna parte donde no tuvo la prudencia de quedarme. Algo así como que el poema es lo que jamás se llega a percibir y, en su ausencia, cría al deseo, lo hace crecer, lo engorda como a una criatura destinada al matadero. Alimento, así pues, para los pusilánimes. Los que viven en el Centro.