domingo, 3 de enero de 2016

LA DUDOSA REFLEXIÓN DEL GANADOR




Cuentan de Vladimir Lenín, una vez la loca Fanny Kaplan (¿Fanny pelopaja?) le disparará a quemarropa y su noble cabeza se embruteciera lo mismo que una vasija de barro, mataba su abatimiento pasando y repasando la yema del dedo índice de su mano diestra sobre un mapa común de la ciudad de Zurich, donde tiempo atrás había vivido una apacible temporada al lado de la hermosa Nadia Krúspskaya. En unos de esos días amargos de su postración, al posar el dedo en la esquina de la Spilgasse, fue que una invisible protuberancia en el papel –acaso una mota de tabaco, o una gotita de tinta que había guardado una partícula de plomo arrancada de los tipos de imprenta- le sobresalto. Recordó, entonces, que era allí donde los dadaístas se reunían cada anochecer y rondaban hasta las tantas, armando un ruido tan ensordecedor, que él se vio fatalmente obligado a llamar a la policía suiza. Alegó en su defensa ante la Historia que las canciones y los gritos de los dadaístas –sobre todo cuando tronaba la voz chirriante de Tristán Tzara- lo distraían y lo apartaban del inaplazable destino que sólo él, Vladimir Lenin, veía dibujado en las estrellas, punzantes como las bayonetas que, meses atrás, ya tomaran el Palacio de Invierno para él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario