jueves, 18 de junio de 2015

MALCRIADOS



Me pregunto si quiero ser respetuoso. Me miro por dentro y, entre el dolor de espalda que me ha provocado jugar a niños con mi nieto toda la tarde de ayer y el mal sabor de boca que me deja la pregunta misma, no encuentro respuesta ninguna. Seguramente uno se debe encontrar poco respetuoso consigo si trata de serse sincero. Eso de que con la edad empiezas a estar conforme con tu cuerpo, es una puta mentira dictada por quienes son viejos desde siempre. Me salgo, pues, de mí y miro a mi alrededor, que incluye -¡maldita sea!- la prensa diaria. Menos todavía hallo lo que con presunción buscaba. Nada ni nadie de lo que veo me produce la simpatía precisa para respetarlo. Incluso diría más, todo me resulta tan antipático como la rozadura que me ha provocado el zapato en el talón de mi pie izquierdo. Por tanto, ¿qué les voy a contar? No. Por nada del mundo quiero ser respetuoso.

También es verdad que, como Freud, yo ...opino que aquel emperador romano que hizo ejecutar a uno de sus súbditos por haber soñado éste que lo asesinaba, no estaba en lo cierto [..] hubiera debido pensar en las palabras de Platón, de que el hombre virtuoso se contenta con soñar lo que el perverso realiza en la vida. Por tanto, creo que debemos absolver al sueño. Al sueño y a la escritura, por cuanto no es sino una pesadilla, la otra cara del sueño. Porque quizá quien escribe (en facebook, en twitter o en cualquier editorial de provecho) sin respetar las reglas de la vigilia, no haga otra cosa que expiar su sueño. Pero pedirle, además, el dolor de los pecados y el propósito de enmienda, me parece ya de una crueldad innecesaria, amén de lo más inoportuno para el bien común. Si se deja de ser un ‘buen soñador’, a lo mejor y a lo peor se opta por elegir ser el perverso que pasa sin remilgos a la acción.  De los cuales los hay a cientos y son ellos los que no merecen ningún respeto de tanto como ya se tienen a sí mismos.

Pasa que los que tienen el Poder no necesitan soñar. ¿Se han fijado en lo poco que escriben los poderosos? Y cuando lo hace, no es lo suyo una escritura verdadera, pues no escriben para que los leas y sí para que los cumplas. Siempre que se oye decir “la letra con sangre entra”, habría que echarse a temblar. No se trata de una metáfora, sino del “espíritu de la ley” cobrándose la sangre, cuando todavía está tibia, del que disiente de la ley. Aunque sea en sueños. Que no la respeta ni en sueños, el condenao.

Hasta la ponderada Mari Trino lo pedía a gritos: Déjame soñar, que estoy dormida. Quizá el temor a los sueños (¿por qué, si no, habría que interpretarlos?) esté en que siempre habrá un despertar. Pero, nos advierten desde siempre los Hacedores, el despertar del sueño no es más que una pejiguera, cosa que sin traernos gran provecho nos pone en problemas y dificultades.

Pasé la edad de hablar en exabruptos,
Pero con qué gusto me cagaría
En los muertos de más de uno y de dos
De aquellos que viven de su torpeza.

Esos para quien la vida discurre
Sin más finalidad que su presencia
Allí donde, sin embargo, ninguno
Los necesita nunca.

Pasé la edad de meterme en batallas
Que ni son las mías ni son de nadie,
Pero con qué gusto me llevaría
A casi todos ellos por delante.

Perdí la edad, sí, y me quedé sin fuerzas,
Mas una correncia le da a cualquiera
En el momento más inesperado,
Y quien da primero, aun tiene tiempo
Para salir huyendo.

MUY DE MAÑANA



No le quepa a nadie el dudar de que haya hombres –las mujeres esperan- que habiendo partido un día en busca de sí mismos, días más tarde se encontraron triunfadores en su empeño. Tan particular, que nada sabemos de ellos.

Como nada sabemos de dios desde que nos dejara el mundo para nosotros mismos.

Es lo que hace a dios ser dios y al hombre que al fin se encontró ser el hombre ideal, el Hombre. El que en ningún momento necesiten escribir de su memoria.

Las lenguas fueron un regalo envenenado (como los de los griegos, ¿es el caballo de Troya una metáfora de la filosofía que nos heredaron los griegos?) de quien fuera dios, o del que se hizoHombre, desde su mudez absoluta.

Por ello que nadie –desde Adán a la deriva- debería ser condenado por las declaraciones de un testigo. Porque quien habla de lo que ha visto, ya miente. O se interpreta.

sábado, 13 de junio de 2015

EL DÍA EN QUE LLEGÓ LA HORA





(Al modo de Augusto Monterroso y seguido de un Elogio a la inexactitud)

El Consejo de la Revolución se reunió a las siete p.m. Cuando se cerró la Sesión, el tiempo aún seguía allí. Como los cortesanos.

.... Este hombre es una ruina. No tiene ni donde caerse muerto.

lunes, 8 de junio de 2015

LA INDIFERENCIA




A algunas personas les es indiferente caer mal, escribe Renata Adler a las primeras líneas de su sorprendente novela Lancha rápida. E incluso, concluye, hasta lo disfrutan. Aunque con buena disposición advierta: Casi nadie que yo conozca.

Me pregunto a cuántos de mis conocidas y conocidos les puede pasar igual; o sea,  que no les importe caer mal, no gustar, y en lugar de preocuparse por ello, como supuestamente nos convendría a todos, sienten gran satisfacción sabiéndose poco o nada apreciadas y apreciados. Y me contesto, a lo mejor con algo de precipitación, que conozco a más de los que me gustaría, si bien me consuele el creer que como siguen viniendo a verme con cierta frecuencia; a veces hasta se interesan por mis cosas y me piden algún consejo que otro, a mí sí que esas mismas personas quieren caerme bien, o lo intentan.

Menos soliviantado ya por esta más que asumible realidad: a mucha gente –en la cual me incluyo- la otra gente -también me incluyo- le resulta indiferente lo que piensen de ella, me ha surgido una nueva y bárbara inquietud. ¿Es, en verdad, factible decidir a quién caerle mal y que luego te resbale? ¿Qué criterios sostienen semejante determinación? Bien mirado ¿no será la indiferencia la respuesta al fracaso de no haber caído bien? Pero, en este caso, ¿se trata de la respuesta adecuada?

John Le Carré decía que uno tiene el deber, por propia dignidad, de ver destruidos a sus enemigos. No sé si caerle mal a alguien es suficiente para considerarlo tu enemigo, pero tiendo a pensar que no, de modo que la indiferencia me parece un buen estado intermedio, hasta que la cosa se desmadre. Entretanto, jamás obrar a la ligera. Esperar siempre, porque es posible que un día te des cuenta, así como por casualidad, de que aún sigue estando vigente volver a intentar lo de caerle bien a cualquiera. Esto es, vivir como los espías: eternamente a la expectativa.

-Renata Adler. Lancha Rápida. Sexto piso, 2015

-John Le Carré. Entrevista en El País, 03021991

miércoles, 3 de junio de 2015

CAMPO DE GUERRA



Me inclino a creer que la lectura de este libro servirá para aclararnos algunas cuestiones que, viniendo desde México, nos están acechando a la vuelta de la esquina.

Por ejemplo:

Para usos de la vida pública, el concepto de pacto está desacreditado por su pasado infamante al menos por dos razones: a) remite a situaciones que favorecieron intereses particulares en demérito de los de la mayoría civil; b) sirvió también para encubrir conductas ilícitas o irregulares que terminaron por borrar las diferencias entre lo legal y lo ilegal.

Se impone una definición de geopolítica: ciencia que pretende fundar la política nacional o internacional en el estudio sistemático de los factores geográficas, económicos, raciales, culturales y religiosos, a la los de los intereses de una potencia global en la que converge el crimen organizado.

El “estado de excepción” y su uso en las democracias se ha vuelto un recurso dominante en la política ultracontemporáneas.

Hay que ver la que se nos viene encima. Y no lo digo por ser agorero.