miércoles, 25 de febrero de 2015

de RELATOS SIN ASUNTO -III-



La biblioteca de los anarquistas


Este fue el problema radical: restablecer la normalización poética. Por supuesto que en la primera posguerra –hasta los 60 diríamos- la cuestión seguía siendo un arrastre de materiales de derribo. El primer paso hacia la normalización era la incorporación de los vencidos.

-preámbulo-
Durante el entierro de Buenaventura Durruti Domínguez (Barcelona, noviembre de 1936) se vieron pasar hombres con corbata.

Aviones que al volar dejaban tras de sí un rastro de humo rojo y humo negro.

A Federica Montseny que en un momento dado no pudo contener la risa y allí mismo se orinó de risa.

“Nadie sabe lo que aguanta un cuerpo” –aseguran que llegó a comentar García Oliver ante el desacierto de la Montseny. Probablemente García Oliver era el único de los presentes capaz de seguir leyendo a Baruch de Spinoza, incluso en tiempos de guerra.

Pero es que la poesía había quedado rota, deshecha en cuanto lenguaje en sí: la prosa poética, heredera (o contemporánea) de Ortega y D’Ors, la había triturado: ¿Qué significaba la “unidad de destino en lo universal”?

-trama-
En la mesita de noche, junto a la lamparilla desenchufada y el paquete de cigarrillos Gauloise a medias; un encendedor marca Zippo y el vaso de agua enturbiada, un libro cuyo título todavía hoy le sigue provocando una vaga desazón: La historia interminable.

El hallazgo genial del poema en prosa se transformó (en Ortega por cuestiones de la traducción de la metafísica a la cotidianeidad; en D’Ors por cuestiones de dar sustancia al esteticismo de lo vital del uniforme azul) se trasformó, digo, en esa prosa poética que no decía más que su vaciedad y su hueco.

-resumen-
En la Biblioteca de los Anarquistas hay un título que invariablemente nunca falta: El libro que vendrá, y otro que nunca se encuentra: El eco de los pasos.

(en cursiva: Juan Carlos Rodríguez. La poesía y la sílaba del no (Notas para una aproximación a la Poética de la Experiencia. En Scriptura nº 10., Facultad de Letras. Sección de Literatura Española. Lleida 1994)

lunes, 23 de febrero de 2015

de RELATOS SIN ASUNTO -II-



La lengua del Tercer Reich

Moscas, demasiadas moscas para un único cazador de moscas sobrevolaban Berlín.

Esa misma noche, los arrogantes nazis, uniformados y borrachos como cubas de cerveza caliente, incendiaron el Reichstang.

-Vamos a buscar piñas al bosque –dijo mi mujer-, que es más sano y más divertido.

(Notas extraídas de “el diario de camarero del bar de oficiales del campo de trabajo de Buchenwald”)

17 de junio: De qué nacionalidad es Jan Kiepura? El otro día prohibieron un recital suyo en Berlín. Entonces era el judío Kiepura.  Luego actuó en una película producida por el por el consorcio Hugenberg. Entonces era el “célebre tener de La Scala de Milán”. Más tarde le silbaron en Praga por cantar una canción alemana: Esta noche o nunca. Entonces era el cantante alemán Kiepura.
(Más tarde me entére de que era polaco.)

El can ovejero del Rottenführer Rudolf Muller se llamaba Heil, pero los maliciosos judíos del Campo le decían Circunciso, pues el can ovejero del Rottenführer Rudolf Muller tenía el rabo cortado.

Pero pregúntese uno si pueden intercambiarse los epítetos en combinaciones trilladas tales como “un oscuro fanático” o un “simpático entusiasta”, es decir, si puede hablarse de un oscuro entusiasta y de un simpático fanático. La sensibilidad lingüística se opone a ello.

Hoy nos han llegado trece mil judíos nuevos al campo. Si todo va bien, es probable que mañana ya no sigan aquí.

Recuerdo la travesía que realizamos hace veinticinco años de Borholm a Copenhague. Por la noche nos habían trastornado la tormenta y los mareos; a la mañana siguiente, protegidos por la costa y con el mar en calma, disfrutábamos del sol en cubierta y esperábamos el desayuno con ilusión. En eso, una niña que estaba sentada en un extremo del largo banco se levanto, corrió hasta la barandilla y vomitó. Un segundo más tarde su madre, sentada a su lado, se levantó e hizo otro tanto. Acto seguido se levantó el hombre que se sentaba al lado de la madre. Luego un muchacha y a continuación... El movimiento avanzaba con regularidad y rapidez, siguiendo la línea del banco. Nadie quedó excluido. Faltaba mucho para llegar a nuestro extremo: allí, la gente observaba con interés, se reía, ponía cara de burla. Los vómitos se fueron acercando, las risas remitieron y la gente empezó a correr hasta la barandilla también en nuestro extremo. Yo observaba con atención y me observaba a mí mismo con igual atención. Que existía algo así como una observación objetiva, decía yo para mis adentros, y que me había formado para ejercerla, que había algo así como una voluntad férrea, y me hacía ilusión el desayuno... En eso, me tocó el turno y me vi obligado a acercarme a la barandilla, como todo el mundo.

Sorprende la facilidad con que los judíos parecen adaptarse a su nueva vida en el Campo. Si bien, entre ellos comentan que será por poco tiempo.

Después de la catástrofe de Stalingrado, que tantas vidas humanas devoró, Goebbels no encuentra mejor expresión para definir la inquebrantable valentía que la siguiente:

Aquí comienza a faltar de todo, menos el jabón.
(Mil años después)

-Maestro, ¿qué es la espiritualidad?

-No seas impertinente, chaval.

Pero el chaval -que impertinente lo era: casi tanto como el aguijón de una avispa codiciosa- desoyó con aplomo las palabras del Maestro y siguió preguntando.

-Maestro, ¿qué momento es el apropiado para alcanzar la espiritualidad?

El Maestro, mostrándose condescendiente por una vez, le respondió.

-A la una, a los dos y a la de tres.

A lo que ya estaba el chaval corriendo hacia ninguna parte. Y tanto corría, que enseguida fue la nada y fue el todo en los ojos cegados del Maestro.

Entonces, la espiritualidad se hizo carne y mil años hará a día de hoy que dura su reinado.

-Volvamos a buscar piñas al bosque –dijo mi mujer-, que es más sano y más divertido.


(en cursiva: Victor Klemperer. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Círculo de Lectores. Barcelona 2005

viernes, 20 de febrero de 2015

(de) RELATOS SIN ASUNTO



Las transformaciones de Franz Kafka

...nació en Madrid en 1975. Es redactor de cultura y articulista del diario..., así como colaborador de... Su último libro de poemas, publicado en la editorial.... recibió el Premio...

En el sueño, K. recibe las tablas de la ley de la mano del Señor.

De vuelta al campamento donde quedaron sus hermanos, los encuentra adorando un dios que sólo es barro y no el dios verdadero que él ha visto y le ha hablado.

Ciego de ira, K estrella las tablas de la ley contra la tierra seca. Toma una lanza y atraviesa el corazón del falso dios.

Uno a uno van pereciendo los traidores. K. repara en ello, pero ya es demasiado tarde para evitarlo. Las tablas de la ley son, para entonces, las lápidas que esconden sus cuerpos desbaratados.

...es profesor titular de... en la... Ha sido Fulbright en la... e investigador visitante en el... Su último libro es...; ahora ultima una monografía sobre el concepto de... para la editorial... Es colaborador habitual de... y..., además de columnista de...

K vació el contenido de la maleta sobre la cama.

Se desvistió.

Entró al baño y estuvo un buen rato bajo la ducha.

Al volver a la habitación, la ropa seguía tal y como la había dejado.

No sólo le ocurre a los dinosaurios*.
*aproximación a Augusto Monterroso

...es autora de una obra de teatro.... Colabora con frecuencia en exposiciones y proyectos de artista y ha publicado en...,... y...

Esta mañana he visto a K bajando por Na Prikopé hacia Panská. Llevaba un niño chico de la mano y sonreía.

a.    Pese a la hora, tan temprana.
b.    pese a la extrañeza que mostrábamos al cruzarnos con él.

...es doctor en... por la... Compagina su trabajo artístico con la pertenencia al grupo musical... y a la asociación cultural... Escribe sobre arte, música, es comisario e ilustrador de libros y portadas de discos para músicos como...

-Madre, que Padre ha roto aguas.

Algo fallaba en la cabeza de K. o el mundo no era ya lo que antes era.

...es poeta, periodista y editor. Es autor de los libros... y.... este último publicado en...,... y... Vivió en... de... a... Actualmente vive en...

-Padre, ¿usted cree que Madre me perdonara?

En la cabeza de K. se albergaba ya la culpa irredimible del Padre.


...es periodista y productor web. Máster de... y licenciado en..., ha fundado y dirige la plataforma digital..., colabora con medios como... o... y coordina talleres sobre narrativas transmedia aplicadas al periodismo de investigación. Tiene... años y nació y vive en...

-Las cosas de padre déjenlas donde están –le advierte K. a los mozos de la mudanza

Pero K. es consciente de que los mozos no sabrán distinguir las cosas del padre de entre todas las cosas de la casa y por eso huye. Escapa de la casa donde las cosas del padre se han de ir cubriendo de polvo lentamente.

...vive en... y trabaja como escritor científico, periodista y editor para... En vidas anteriores ha trabajado como físico en el.... y en el.... de... y como técnico de políticas en el directorio para el... de la... Escéptico de la gastronomía molecular, se limita a cocinar un repertorio de antigua tradición mediterránea.

Centenares de cucarachas albinas hablan de abandonar la casa al verse obligadas a compartir el hambre con nosotros, los judíos, escribe K. en su diario.

Más adelante añade una lista de deberes:

-Cambiar las sábanas.
-Sacudir las alfombrar.
-Abrir las ventanas para airear la casa.
-Barrer.
-Limpiar el polvo.
-Recoger la ropa tendida.

Y un comentario jocoso:

Antes de que Milena Yesenská se presente en casa.

...es escritor, pintor, guionista de cine y crítico de arte. En... ganó el... por su novela...; desde entonces han aparecido en español otras como...,... o la trilogía... También es conocido por sus ensayos sobre arte, como...

Las cucarachas luchaban a muerte con los hombres –escribe un K. aterrorizado por el hallazgo.

No resulta fácil imaginar quién podrá salir victorioso de esa cruenta batalla entre hombres y cucarachas por un trozo de la dudosa carne en litigio.

Las cucarachas cuentan a su favor con la posibilidad de reconocer la procedencia de la carne medio podrida y, a pesar de ello, o por lo mismo, no sentirse asqueadas.

En cambio, los hombres, previo a decidirse, deben sobreponerse a los remilgos provocados por la angustia de no saber si comen de los restos de una criatura humana, incluso.

Aunque les acabará resultando indiferente.

Para entonces, ya ni recordarán cómo eran ellos antes de que la guerra tuviera comienzo

...es sociólogo. Colaborador de..., ... y, es director de... y de la revista cultural...

Un  hueso de cucaracha incordia en el corazón grande del mono circunciso.

Al amanecer del día siguiente, K halla bajo la ventana del sanatorio donde se cuida del mal del aire, las huellas recientes de un caracol enano que huyó de Praga cuando cien lebreles enardecidos lo acosaban como a un animal en campo abierto.

...es crítica literaria y traductora. Doctorada en..., es profesora del... en... y crítica literaria para el... En castellano es autora del ensayo..., y editora del libro de....

A cinco centavos por cucaracha  y a una media de una cucaracha cada quince segundos, precisaré de algo más de veinte millones de unidades y unas ochocientas treinta y tres mil horas aproximadamente, antes de llegar a ahorrar mi primer millón. Calcula K. una vez establecido en América.

Entretanto, sobreviviré como los estudiantes de leyes muy pobres: sirviendo los pedidos a domicilio de la carnicería kosher de mi primo Frank.

... estudió Historia del Arte y Humanidades en la ciudad... Pasó por el seminario y vivió en..., ... y... por cortos periodos de tiempo. allí trabajo en tiendas de... y escuelas de... Hoy vive en... y participa en distintos proyectos culturales relacionados con la...

También mientras K. recorría América de Este a Oeste  fue que entró de nuevo en contacto con la cucaracha que conociera en su habitación de la casa del Padre, allá en la lejana Praga.

Poco tenían que decirse el uno a la otra. A K. sólo le interesaba saber si la cucaracha recordaba todavía que por un tiempo ella y no él fue el más grande escritor del siglo XX.

de Relatos sin asunto, libro inédito
(Las cursivas pertenecen al nº 6 de la revista El estado mental)

martes, 17 de febrero de 2015

ESCRIBIR MAREA. TANTO COMO NAVEGAR



                                                                 
(A Marinela Hernández Sánchez)

Para el sentido común el término Mito señala aquello que, en principio y por principio, nos puede parecer una impostura (leyenda, cuento, ficción, revuelto como en botica), la cual, no obstante y gracias a lo amable de su apariencia, tampoco nos acaba de resultar un ‘mal comienzo’. No se trata, claro, de un mero y oportuno juego de palabras, sino de cumplir con el deber de reconocer que la realidad, lo real, nos alcanza a posteriori, en el luego de estar ya en la posesión, siempre frágil, de las palabras. Y el mito –al decir de algunos con autoridad suficiente- es la palabra misma. Esa palabra que el niño al echar a hablar balbucea, repite, recita sin saber todavía qué anda pidiendo ni por qué, sólo en tanto esa letanía de palabras lo enternece, y quizá hasta lo duerme para así poder soñar las cosas ciertas escondidas en esos vagos sonidos que salen de su boca, como el agua del caño de una fuente: fresca, cantarina.

Los mitos nos ofertan las imágenes de un origen sin continuidad, pero, sin duda, más complaciente que las certezas de la ciencia que nos vinieron luego irrenunciables. No en vano el mundo del que hablan los mitos era un mundo de dioses, de héroes, de seres, en fin, fabulosos, como tal vez en la intimidad más protegida nos pensamos cada uno de nosotros. Y a los dioses, a los héroes, a los seres extraordinarios del interior del ‘había una vez’, les basta con apalabrar sus pensamientos para que estos cobren, si no carne y hueso –el maldito peso nuestro- sí la presencia sutil de algo tan informe como puede ser el agua, siempre en movimiento, en retirada, despidiéndose, como si no quisiera imponerse con la brutalidad que albergan sus frecuentes enfados, pero sí quedar, permanecer  como un recuerdo de lo imposible que, pese a todo, nos habita. 

Pues bien, estando en esta tesitura, con medio cuerpo en el territorio del mito y el otro medio cruzado ya el umbral de la razón, se me ocurre pensar que esa memoria de la Nada primigenia –pero tan poblada- que la ciencia acaso haga bien en cuestionar por el bienestar de todos, se recupera y se hace patente en el instante mismo de la escritura, una avanzadilla, tanto como en los preparativos de cualquier viaje, por mar con preferencia. En ambos casos, quizá se actúe de manera irreflexiva (la razón de no ser razonable es una sinrazón cualquiera, me advirtió un viejo compañero la vez que ambos quisimos amigar a fondo con las palabras), mas en la firme confianza de que será la mano y serán los pies los que nos lleven a través de esa superficie vacía y repleta de misterios (Ory) que es el papel en blanco y lo es también el mar a su manera. Aquel que escribe y aquel que se embarca, abandonan por igual, con idéntica decisión, la tierra firme, prueban el fruto prohibido, y sin que nadie ni nada les sirgue desde las orillas, se adentran desprevenidos en un territorio sin cartografía ninguna, tan sólo guiados por el rumor de sus propios pasos, que, extrañamente, parecen venir de antes de ellos; estar ahí desde antiguo, con sólo prestarle oídos. Y para ello –preciso reconocerlo y no perder del todo la mesura con uno mismo- hay que andar un poco loco. Lo suficientemente ensimismado como para dar por bueno que de haber la verdad sospechada, ésta queda lejos, apartada, y hay que salir a su encuentro sin pérdida de tiempo, aun cuando ello pueda suponer perderse por el camino, gastar el propio tiempo y no tenerlo ya para el regreso; porque, sin mapa -pero dentro de la razón puritana que anima al convencido de cualquier  causa por imposible que parezca-, nadie puede saber a ciencia cierta (perdón por el pleonasmo) si ha llegado o no, y entonces sólo caber seguir más lejos, siempre más lejos, esperanzado, gozoso del viaje, convenciéndote a cada paso, a cada palabra escrita.

Marineros, escritores, nautas de la tinta o del agua, vesánicos de una única manía con los cuales Platón hubiese hecho un hatillo y arrojado al mar, fuera de su ciudad ideal, y como Cristo hará en su momento con los cerdos a los que contagia la locura de los hombres, son como parientes lejanos que han de viajar, viajar permanentemente, eso los congrega, siguiendo la voz de sus ensueños, al compás de una memoria que conserva el secreto de lo que fue y -¿por qué no si el mundo no deja de parecernos redondo?-  todavía queda por descubrir en su inalterable incomparecencia.
(Continúa...)