lunes, 14 de octubre de 2013

ESCATOLÓGICA DERIVA



Hay gente –gente y pueblo- acostumbrada a acudir al baño –ya saben a qué me refiero- todos los días y aproximadamente a la misma hora. Por lo normal de mañana. Temprano. Recién levantada de la cama. Luego de tomar un café con leche –a cuyos efectivos beneficiosos atribuyen el repente del hecho: el café con leche suelta el vientre-. Con la noche pegada al cuerpo todavía. Con la amenaza de la jornada en ciernes. De modo que, para esta gente –gente y pueblo- ir al baño constituye un momento decisivo y decisorio. Sentada a la manera de ‘el pensador’ de Rodín –sin duda pensar es esforzado- tardan poco en recuperar la conciencia y aceptar la vigilia, que, acto seguido, la ducha reactiva en plenitud. Entonces, sólo entonces, están listos para el trabajo. Adaptados, por no decir: Cagados.

Gente -gente y pueblo- también la hay que prefiere dejar ese librar el cuerpo para la vuelta. Con la misma asiduidad. Llegan a casa y cumplen primero con el baño que con nadie. Abren, tiran la gabardina, la cartera, la tartera, al tuntún y corren al excusado con la misma prisa de una ambulancia en carrera. Los de la casa nada le preguntan ni le advierten porque ya lo saben: ha tenido un mal día. Las que habrá tenido que tener, el pobre, la pobre. Mejor si se recompone.

Y así nos va el mundo entre los que cagan de día y quienes cagan de noche. Sea como sea, la mierda se queda en casa mientras la calle está en calma. Hoy, cuando todo se recicla menos la caca, quizá convendría comenzar a ‘pensar’ en cualquier lugar y a cualquier hora. Incluso sin ganas. La ocasión la pintan calva al igual que a las tazas de los retretes.

jueves, 10 de octubre de 2013

EXABRUPTOS


Abandonen toda esperanza, España no se disolverá jamás, dice el PP (La Vanguardia 09102013) Me cuesta pero he de reconocerlo: hoy he pasado un día tranquilo y confiado al saber que España no es un terrón de azúcar, una pastilla de sopicaldo y ni tan siquiera uno de esos medicamentos efervescentes contra todo tipo de achaques. España, muy al contrario, al menos para la horda ppeppera, es algo sólido, rocoso y, si una nave con destino en lo universal (ppeppe Antonio), una nave bien anclada. Ya Estrabón la comparó en su mocedad (la de España, me refiero) con la piel de un toro, animal totémico donde los haya, propenso a las embestidas –justo es reconocérselo- pero inmovible cuando clava sus pezuñas en la arena dispuesto a recibir estocada tras estocada con encomiable aguante; ‘impasible el ademán’.

Andaba yo temeroso de que, con la que está cayendo, España fuese a borrarse del mapa cualquier mal día y nos quedáramos los españoles como flotando en el aire; mecidos por el viento o a merced de las olas que antaño solían estrellarse en nuestras cosas. Pero la confianza del PP ha valido para devolverme a mí la mía. Porque –me dije mientras leía el periódico tendencioso- hay España para rato. Pase lo que pase, España no se hunde. España es como el Corte Inglés. Que si no te gusta, te devuelven tu dinero.

-Eso de que te devuelven el dinero... –sentí meterse en mi cabeza la obstinada obsesión de mi primo rojo animado a atosigarme la fe.

-Bueno, tampoco hay que pasarse –le corté a tiempo, como si mis palabras, por profundamente sentidas, pudiesen servir de antibiótico ante la invasión infecciosa.- si no te gusta, te jodes –como comprendí que quería decirnos el PP.

Nota bene. Cualquier anti-nacionalismo que se precie, comienza y acaba expresándose contra la propia nación de uno. Jamás contra las naciones ajenas.

lunes, 7 de octubre de 2013

LA REINA GRANAINA DE LA M.F.


Ya vuelve a correr el agua.
Mi mujer se ha dejado los grifos abiertos.
Ella, en cambio dice que fui yo y me regaña.
Me castiga a dormir en el suelo
mientras ella se acuesta con el perro.

Ya vuelve el viento a pasearse por la casa.
Mi mujer se olvidó de echar los postigos,
pero es a mí a quien se lo echa en cara.
En venganza me retira el café y las tostadas
mientras ella se sienta a desayunar con el perro.

Si yo fuese tan malo como ella me imagina:
descuidado, torpón y revanchista,
cogería mi pistola del cajón y los mataría a ambos.
Pero yo sólo sueño cuando duermo.

Sueño, entonces, que abro los grifos,
que la casa se inunda y ellos dos,
mi mujer y el perro, perecen al remojo.

Sueño que abro las ventanas de par en par,
entra el aire frío de la mañana, se refrían,
tocen, y así sea que el polvillo negro de las tostadas
se les atraganta y los remata.
la virgen de las angustias, la que vive en la Carrera


sábado, 5 de octubre de 2013

el alfabeto de los nolanos





la A del Alba es la primera.

la B se atiborró de Bollos una mañana y desde entonces no le abrocha el pantalón en la Barriga.

la C es tan Coscona que ni siquiera se levanta de la Cama.

la D se Debe al Desastre de los banqueros.

la E es Esclava de sus Escarpines.

la F se reFría tanto, que siempre sale a la calle con buFanda.

la G va a pares en los camellos.

la H como es muda, se la echa mucho de menos.

la i, de tan delgada, teme que el viento le vuele la cabeza.

la J se la clavan los peces en el cielo de la boca.

la K hay quien la compara con un militar en un desfile.

la l de tan Lisa como es, se viste con cualquier cosa.

la M siempre está a Mano.

la N parece un gimnasta al que le duelen los riñones.

la Ñ se molesta cuando el sol le da en los ojos y por eso gasta visera.

La O está tan gorda por no cerrar nunca la bOca.

la P tiene tanta cabeza para que le quepan los Pensamientos.

la Q, de tan rara, aparece siempre que se pregunta.

la R Rueda y no es Redonda, y por si acaso se rompe, lleva otra de Repuesto.

la S escoge para esconderse la Sierra de un carpintero.

la T es tan Tonta que, aunque se cansa, no baja nunca los brazos.

la U es propiedad de los fantasmas.

la V Va y Viene continuamente y por ello que va de la t que tiene un tren.

la W ya tiene los mismos derechos que un matrimonio cualquiera.

la X tiene interés por lo que esconde.

la Y por ser un regalo griego, nadie quiere quedarse con ella.

la Z, por ser la última, aunque quién sabe, va siempre mirando atrás.
Vigila que nadie acose al alfabeto que con tanto mimo pergeñaron los nolano.

jueves, 3 de octubre de 2013

EL PRECIO DEL PAN -XII-



L
a Bolsa o la Vida –me impelió el Ladrón enmascarado surgido de las sombras y de las páginas de una novelilla de kiosco, donde con toda seguridad había aprendido esa ridícula frase. Un ladrón de verdad. Un ladrón que sabe lo que se hace, me habría dicho: dame todo lo que llevas encima o te rajo como a una hogaza de Pan tierno. Porque el ladrón profesional llevaría una enorme navaja en su mano izquierda –los malos son siempre zurdos- que daría fe de sus inequívocas intenciones, llegado el caso. Pero la alusión al Pan – cosa mental mía, pues acabo de contarles que el ladrón sólo me pidió que le diera o bien la Bolsa o bien la Vida- me hizo pensar que, en efecto, cuanto cargaba en la Bolsa era Pan, y así se lo hice saber.

-En la Bolsa llevó el Pan de mis Hijos, y eso, como usted comprenderá, no lo comparto con nadie, por muy ladrón que sea. Quíteme la Vida si quiere.

El Ladrón enmascarado me miró sorprendido –supongo, pues el que hubiera mudado de cara no podía yo verlo tras la máscara- y durante unos instantes pareció dudar qué hacer (este detalle también me llevó a pensar: no, no se trata del Lenin, el temible azote de la burguesía que aún se atrevía a salir de noche).  Y sin perder del todo la debida compostura, aproveché ese pequeño descuido suyo para redundar en mi plática disuasoria.

-Ahora bien –seguí mi atrabiliario discurrir: más miedo que vergüenza-, si me mata –tampoco iba aandarme con circunloquios- prométame que hará cuanto esté en sus manos para que mis Hijos  reciban el Pan a tiempo. Son niños. Están en edad de crecer. Y un día, sólo un día, sin Pan, basta para provocarles un trauma... tanto en su desarrollo físico como en su complementación psíquica –pude añadir aun cuando cueste creerlo.
Sucedió, sin embargo, que el Ladrón enmascarado no era tan idiota y reaccionó a tiempo. Sin más requilorios por su parte, apretó el gatillo de la pistola que apenas si era capaz de sostener con las dos manos y me disparó. Pum Pum Pum.

Las balas ni las vi -el humo sí, pero al humo jamás se le presta la debida relevancia si hay fuego-, las sentí. Sentí como, una tras otra, se me metían en pecho, le habían abierto un agujero, y me mataban con la misma rapidez con que se casca un huevo golpeándolo con el filo de la sartén puesta al fuego. De modo y manera que cuando el cuerpo real del huevo, el huevo propiamente dicho, cae sobre el aceite hirviendo, es ya un cadáver y no sufre. Como tampoco yo sufrí. Ni siquiera –aunque antes haya expresado lo contrario- ante el temor de que los niños se quedaran sin Pan[1], daba por hecho que el Ladrón -ahora se había quitado la máscara visto que nada tenía que ocultar- no cumpliría la palabra que tampoco, la verdad, me había dado. Seguramente, porque nunca fui un buen Padre. Y lo de hoy –que fuera yo quien saliera a buscarles el Pan a los niños en lugar de su Madre, como de costumbre- se debía a una puñetera casualidad. Pensamiento, éste, muy habitual entre los muertos:


[1] Sin pan, sin pan, sin pan
sin pan, sin pan, sin pan
sin pan, sin pan, sin pan
y trabajar.
San Antonio pa' comer
San Antonio pa' cenar
San Antonio pa' comer
y trabajar.
Sin pan, sin pan, sin pan
sin pan, sin pan, sin pan
sin pan, sin pan, sin pan
y trabajar.
Una hostia pa' comer
una hostia pa' cenar
una hostia pa' comer
y trabajar.
Sin pan, sin pan, sin pan
sin pan, sin pan, sin pan
sin pan, sin pan, sin pan
y trabajar (canción popular)