sábado, 31 de agosto de 2013

EL PRECIO DEL PAN -VII-



 T
iene el Pan los días contados y el que queda en la panera –migajas, las hirientes cortezas- porque los pájaros emigraron ya en pos de climas más cálidos y no se paran a recogerlo, se endurecerá: lentamente irá adquiriendo la tipología del mineral, ya presentida por los niños de la Casa –la Casa del Padre, la Casa del Pan- que, por entretenerse durante el silencio acompañante de las comidas en el rato del Parte, juegan a arrojarse los proyectiles de migas de Pan que sus dedos ajustan en la clandestinidad de debajo de la Mesa puesta.
Pero el Pan de ayer tampoco le sirve (mañana) a los niños en sus juegos, tan prohibidos. Y el Pan se pierde en el Olvido. Los Hombres –tan poco atentos a las cosas banales de su alrededor- dejan el Pan al descuido de las condiciones del clima, quien, en su caprichoso acontecer, le va dando al Pan abandonado unas formas raras, involuntarias, en las que los Magos y los Sacerdotes de la Tribu descifran el Destino de los hombres.
Entonces, a los hombres no les queda sino Creer con firmeza –algo desesperada y desengañada, bien es la verdad- en la Palabra de los Magos y los Sacerdotes. Porque son viejos y saben todo del Pan que vieron mientras aún estuvo tierno y reconocieron los milagros que éste prodigaba en el interior de cuantos comían de él. De modo que los hombres –eternamente confiados- acaban adorando al Pan duro como un dios invisible y Único, mientras siguen sin prestarle la mayor atención al Pan nuestro de cada día.  
¡Que el buen dios (Rilke) reparta Hambre entre los que tienen Comía de sobra!, maldijo el Gitano a la Especie.

G
anarás el Pan con el sudor de tu frente. Me pregunto por qué en el Mundo no habrá más Oficio que el de Panadero.

viernes, 30 de agosto de 2013

MALDITAS CONSECUENCIAS




El titular de El País lo expone de manera incuestionable: EE UU prepara el castigo a Siria tras acusar a El Asad de la matanza. Pero aunque sea por retórica cabe hacerse algunas preguntas tan de Perogrullo, que quizá por eso las grandes mentes directoras del destino del Mundo han preferido soslayar por innecesarias. O que sólo responden a la pericia o impericia del Hacedor del dichoso Titular, más deseoso de epatar a los lectores que de explicitar el argumento que vendrá a continuación: todo llega a continuación.
En primer lugar, podemos preguntarnos por qué castigar a Siria si el Malo es El Asad. Siria nos puede parecer una entelequia, una cosa irreal, un color en el mapa, una reliquia de las disciplinas geográficas –diría Borges- y en consecuencia, castigarla a Ella –curioso el femenino si tenemos en consideración que detrás de cada gran hombre hay un país amordazado- puede resultar más humano sobre el papel (del periódico) o en las líneas de luz de un ordenador conectado a la red, donde seguimos ‘el caso’. Es como si pretendieran darnos a entender que castigando a Siria nadie va a sufrir, porque, en realidad, Ella está mansamente esperando confiada en que el Bueno la libere.
Pero ocurre, no obstante, que en ese mapa donde Siria es sólo un palabra escrita y el resto son ruinas -ruinas del Mapa- habitadas por Animales y por Mendigos, como también nos aclara Borges para –quizás- indicarnos que deberíamos ir con cuidado al andar por allí, pues podríamos pisar a alguien. Un cuidado que los castigadores podrán con respecto a sí mismos, no sea que vayan a pillar cualquier infección entre tanta podredumbre, y lo demás que les ocurra a los animales y a los mendigos, serán daños colaterales; esas pequeñas fatiguitas que ha de soportar con paciencia y sacrificio quien se medica en aras de su curación final.
Digo yo que con los medios de la guerra moderna, poco les costaría mandar un misil directo a la cabeza de El Asad. Con ello sería suficiente si es verdad que muerto el perro se acaba la rabia. Y no debe ser tan difícil. En ningún caso se trataría de una Misión imposible que sólo el beato de Tom Cruise podría llevar a cabo con éxito. El ejército israelí –que es como decir la vanguardia del ejército yanqui en Oriente Medio- ya ha realizado acciones similares contra líderes palestinos que tenían entre ceja y ceja. Y han atinado. Se lo han llevado por delante con una efectividad ‘digna de todo elogio’.
Entonces, ¿qué protege a El Asad? ¿Por qué castigar a Siria (con sus animales y mendigos dentro) para llegar hasta El Asad?
No se me ocurre nada. Vivo, como cualquiera, en las afueras del Secreto. La Realidad se me escapa. Sólo soy capaz –porque en algo he de matar mi maldito tiempo mientras a mí no me mata de veras el Tiempo- de imaginarme que El Barack y El Asad juegan una partida de Ajedrez, ‘deporte’ al que dicen una metáfora de la guerra. Y se me ocurre que tal metáfora no deviene de las magníficas estrategias que en ambas ‘partidas’ –la guerra y el ajedrez- se desarrollan y comparten sobre el terreno de cada una. Sino que se debe, mejor, al resultado final en una y otra. Luego de arrasar al contingente (de peones, alfiles, torres, caballos y hasta reinas) se procede al Jaque Mate. Hay un momento de silencio entre los dos reyes (por fin se encontraron en la arena los dos gallos frente a frente, me acuerdo de Chicho Ferlosio), al cabo del cual el rey amenazado acepta la rendición. Pero –y aquí está el quid de la metáfora- no abandona el Tablero. Se dan caballerosamente la mano los contendientes y se emplazan para la próxima Partido. Que llegará, no lo duden, mientras en las Ruinas del Mapa –volvemos a ello- sobrevivan animales y mendigos con ese aspecto amenazador que tienen los miserables.

EL PRECIO DEL PAN -VI-



E
l Salmorejo extendido y expuesto sobre un rebanada de Pan (payés), aun cuando venga cubierto de una esplendorosa loncha –fina como el papel de fumar- de Jamón, supone uno de los mayores atentados a la Lógica culinaria: Pan con Pan es comida de tontos. Así fuera que a la Hostia bendita en la que supuestamente se sirve el Cuerpo de Cristo[1], hubiera de añadírsele –se me ocurre sólo como muestra-  una astilla de la madera de la Cruz (conservada en el Monasterio de santo Toribio de Liébana), al efecto y con el fin loable de mostrar bien a las claras que el Hijo, en verdad, se sacrifica en el santo Almuerzo. Porque si recabamos en ello sin que ningún prejuicio nos acore y tampoco nos cohíba el temor a ofender con nuestras blasfemas –por burdas- palabras a alguna de las sordas, ciegas y mudas divinidades, o es que el Pan también se sacrifica en el Salmorejo antes de darnos a probar de él, o es que, en ambos casos, se camufla el Elemento principal del Plato, cuya esencia sólo brilla -refulge su clara Luz en la Obscuridad reinante- en la Humildad de la confusión. Tanto aquel que –piadoso- se acerca a comulgar, como aquel otro que –hambriento- se restaura con el Salmorejo a la sombra de un olivo, ya vienen convencidos de la banalidad -¡purita contingencia no más!, así lo diría un mexicano villista mientras raja la tripa de un federal traidor- de sus respectivas acciones. Mas también lo andan, creídos, de que en su Obrar cualquiera está el Secreto para ganarse el Cielo y/o para vencer la acuciante Hambre. Metafísicas actitudes en ambos caso que hacen estúpido recargar las apariencias. Como si la cosa fuera que tanto el Salmorejo como la Hostia bendita son lo que son y así hayan de verse: un Concepto.

Por fortuna quedan lugares –pocos, es cierto, y familiares- donde el Salmorejo todavía se completa con un par de huevos duros y una más que espléndida ración de patatas fritas. Atávica Costumbre, ha de admitirse. Pero, igualmente: Desdén materialista hacia la Gracia de cuantos, por incrédulos, saben que las Apariencias no engañan cuando el Pan acompaña.[2]


[1] Literalidad de la metáforas que las religiones y las ideologías evidencian grosso modo.
[2] Respuesta de Satanás a Simeón el Estilita.

jueves, 29 de agosto de 2013

DE LOS COLORES..



...el azul es para el mar y es para el cielo.
El blanco para las camisas y el invierno.
El verde para el viejo Walt Whitman.
El amarillo para esconder los desaires.
El rojo para las mañanas al despertarse.
El rosa para equivocarse.
El morado para los ojos con pena.
El naranja para la alegría.
Y el negro para la muerte, que se queda fuera esperando.

LAS PALABRAS DE ELLA





                                                              Vendrán más
                                                              que querrán saber 
                                                              lo que los dos
                                                              sabemos.

                                                                 Y  se lo habremos de decir 
                                                             conformes 
                                                             con que conozcan el secreto 
                                                             y lo divulguen:

                                                                 El pan, la sal y las bebidas, 
                                                             están en la alacena. 
                                                             En el cajón de la mesa 
                                                             encontraréis los cubiertos.