domingo, 12 de mayo de 2013

EKO DE LA REVOLUCIÓN


A mí particularmente apenas si me interesa la perspectiva histórica. Eso de que sucedan cosas para que nunca pasa nada de Lampedusa. La Historia me parece como una mala novela policíaca,  a lo Agatha Christie o Dickson Carr, donde si es cierto que se resuelve un enigma, para nada se alteran los hechos. El detective de novela y el investigador histórico se parecen profundamente en que en ningún momento, como ya nos lo advirtiera Raymond Chandler, se plantean la solución del caso porque eso sea un deber moral, de estricta justicia, sino porque hacerlo así pertenece a la lógica del género. O sea que las historias se significan en la Historia, pero nunca en la cotidianeidad, en la vida diaria.

Marx, parafraseando al mismísimo Hegel, decía que la historia se repite primero como tragedia y después como comedia. Es decir, primero como destino -eso es lo trágico y la herencia judaica de Marx- creer en la calle de dirección única, y luego como voluntariedad. Como a la salida del trabajo, cuando lo normal es quedarse a tomar unas cañas y poner, entre trago y trago, la jornada patas arriba.

Puede que a más de uno la comparanza le resulta banal, y a otros hasta injuriosa, pero a mí me provoca mucho pensar que, luego de jornada del 19 de julio, cuando Durruti y compaña se entrevistan con Companys y éste les ofrece Barcelona, Durruti, como Bartleby el escribiente, le contesta: Preferiría no hacerlo, y se van los compañeros a celebrar la calla que recién acaban de tomar y mantendrán en sus manos hasta los sucesos de mayo del 37.

Quiero creer que esos meses –llamados buenamente por Enzensberger El corto verano de la anarquía, fueron meses de fiesta en los que las Oficinas del Poder –el Poder es siempre una Oficina- estuvieron cerradas.

Pero veamos otro ejemplo que a mí me resulta más cercano. 6 de noviembre de 1936. El gobierno de Largo Caballero, incluidos los ministros de la CNT abandonan Madrid rumbo a Valencia. La dan por perdida. Hay –se dicen- que salvar la República, y se van. Cierran las Oficinas, incluso equivocan los sobres con las órdenes que dan a los que se quedan. La gente de Madrid, por su parte, no entiende semejante sacrificio. O lo que es igual, no quiere sacrificarse de forma tan entregada y durante 20 días que Madrid anda sin gobierno, Madrid impide que los fascistas entren en Madrid. Después ya es otra historia. Es la Historia, quizá. Pero hay 20 días en los que la memoria de la libertad conseguida es tan poderosa, que no hay que ir más allá para celebrarla, para vivirla.

Con eso me quedo. A sabiendas de que 20 días no dan para escribir un texto canónico sobre la hipotética Revolución Española. Mas, igualmente, convencido de lo otro: la construcción de un imaginario social revolucionario, del que ahora andamos tan huérfanos, tiene más que ver con lo mítico que con lo verdadero. Con la comedia y no con la tragedia. Con la prerrogativas del deseo que con el presunto motor de la historia. En cualquier caso, se trata, como diría André Breton, de mantener el equívoco.
(fragmentos de la charla en el Eko, edificio ocupado)

2 comentarios:

  1. grande.
    estuvo genial la charla, tanto tu parte como la de Paco que nos sorprendió con su sabiduria y experiencia sobre lo acontencido en la Revolución Española
    habrá que repetir,

    salud

    ResponderEliminar